Semillando con mucho mimo |
Limpiando las herramientas |
Cosecha de zanahorias |
Los chicos escribiendo en el diario del huerto y en primer plano la mascota del huerto ¡que mona! |
Han empezado a florecer los bulbos de Narciso, así que también hemos aprovechado para contarles el origen de ese nombre:
NARCISO Y
ECO
Narciso, hijo del río Céfiso y la
bella Liríope, era tan hermoso que desde el momento de nacer fue amado por
todas las ninfas. Su madre acudió al adivino Tiresias para que le pronosticara
si su hijo viviría muchos años. La respuesta, fue:
- Tu hijo vivirá muchos años si no se ve a sí mismo.
- Tu hijo vivirá muchos años si no se ve a sí mismo.
Creció Narciso, con tales gracias
que las mujeres le perseguían para amarle, pero él las rechazaba a todas. Un
día que Narciso paseaba por el bosque le sorprendió la ninfa Eco que había sido
castigada por la diosa Hera, esposa de Zeus, a que jamás podría hablar por
completo; su boca sólo podría pronunciar las últimas sílabas de aquello que
escuchara.
Eco se enamoró de Narciso nada más
verlo y le fue siguiendo sin que él se diera cuenta. Cuando se decidió a
acercarse las palabras se negaron a salir de su boca y se ocultó detrás de un
árbol seco.
Mientras tanto Narciso hablaba con las flores del bosque:
- Hermosa flor, flor olorosa...
- Rosa -repitió Eco-.
Narciso escuchó la voz de Eco y gritó:
- ¿Hay alguien por aquí?
- Aquí, aquí -respondió la ninfa-.
Narciso, al oír a Eco, contestó:
- ¿Quién se oculta cerca de ese árbol seco?
Y la bella ninfa salió de entre los árboles con los brazos abiertos diciendo:
- Eco, Eco.
Cuando se encuentran, Eco abraza a Narciso, pero éste la rechaza y le dice:
- No pensarás que yo te amo...
- ¡Yo te amo!, ¡yo te amo! -le contesta Eco-.
Entonces gritó Narciso:
- No puedo amarte.
- Puedo amarte-repetía con pasión Eco-.
Narciso huye entre los árboles diciendo:
- No me sigas, ¡adiós!
- Adiós, adiós -contesta Eco-.
Mientras tanto Narciso hablaba con las flores del bosque:
- Hermosa flor, flor olorosa...
- Rosa -repitió Eco-.
Narciso escuchó la voz de Eco y gritó:
- ¿Hay alguien por aquí?
- Aquí, aquí -respondió la ninfa-.
Narciso, al oír a Eco, contestó:
- ¿Quién se oculta cerca de ese árbol seco?
Y la bella ninfa salió de entre los árboles con los brazos abiertos diciendo:
- Eco, Eco.
Cuando se encuentran, Eco abraza a Narciso, pero éste la rechaza y le dice:
- No pensarás que yo te amo...
- ¡Yo te amo!, ¡yo te amo! -le contesta Eco-.
Entonces gritó Narciso:
- No puedo amarte.
- Puedo amarte-repetía con pasión Eco-.
Narciso huye entre los árboles diciendo:
- No me sigas, ¡adiós!
- Adiós, adiós -contesta Eco-.
La menospreciada Eco se refugia en el espesor del
bosque. Consumida por su terrible pasión, delira, se enfurece y piensa: «Ojalá
cuando él ame como yo le amo, se desespere como me desespero yo».
Némesis, diosa de la venganza, escuchó su ruego. En un tranquilo valle había una laguna, de aguas claras, que jamás había sido enturbiada, ni por el cieno, ni por los hocicos de los ganados. A esa laguna llegó Narciso y, cuando se tumbó en la hierba para beber, Cupido le clavó, por la espalda, su flecha del amor,... lo primero que vio Narciso fue su propia imagen, reflejada en las limpias aguas y creyó que aquel rostro hermosísimo que contemplaba era el de un ser real, ajeno a sí mismo. Se enamoró de aquellos ojos que relucían como luceros, de aquellas mejillas imberbes, de aquel cuello esbelto, de aquellos cabellos negros. Se había enamorado de... él mismo y ya no le importó nada más que su imagen. Permaneció largo tiempo contemplándose en el estanque y poco a poco fue tomando los frescos colores de esas manzanas, coloradas por un lado, blanquecinas y doradas por otro, transformándose lentamente en una flor hermosísima que al borde de las aguas seguía contemplándose en el espejo del lago.
Némesis, diosa de la venganza, escuchó su ruego. En un tranquilo valle había una laguna, de aguas claras, que jamás había sido enturbiada, ni por el cieno, ni por los hocicos de los ganados. A esa laguna llegó Narciso y, cuando se tumbó en la hierba para beber, Cupido le clavó, por la espalda, su flecha del amor,... lo primero que vio Narciso fue su propia imagen, reflejada en las limpias aguas y creyó que aquel rostro hermosísimo que contemplaba era el de un ser real, ajeno a sí mismo. Se enamoró de aquellos ojos que relucían como luceros, de aquellas mejillas imberbes, de aquel cuello esbelto, de aquellos cabellos negros. Se había enamorado de... él mismo y ya no le importó nada más que su imagen. Permaneció largo tiempo contemplándose en el estanque y poco a poco fue tomando los frescos colores de esas manzanas, coloradas por un lado, blanquecinas y doradas por otro, transformándose lentamente en una flor hermosísima que al borde de las aguas seguía contemplándose en el espejo del lago.
En el mismo instante en que Narciso se transformó en
flor, Eco se desmoronó en la hierba, muerta de amor. El cuerpo de Eco nunca se
pudo encontrar pero en los montes y valles de cualquier parte del mundo, aún
responde a las últimas sílabas de las voces humanas.
Nuestros Narcisos |
Encantados de descubrir que las mariquitas ya están en el huerto para ayudarnos en la lucha contra los pulgones |
El viernes 22 empezamos bien, con un grupo de 3º que continuó con las siembras y con plantaciones de bulbos, pero al final de la primera hora empezaron a caer las primeras gotas, tuvimos suerte y pudimos seguir con otro grupo de 1º de 10 a 11 pero el tiempo iba cada vez peor y anulamos el resto de las salidas.
Tenemos un plantador de bulbos muy chulo, que hace los hoyos perfectos y de la profundidad exacta que necesita cada especie |
Más siembras directas |
Los niños de 1º sacando semillas de las vainas de los rabanitos para plantarlas después en sus ruedas |
Esperemos que para entonces el tiempo se asiente y podamos salir más al huerto,
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